Un bolo de glucosa administrado por vía oral tendrá un mayor efecto estimulante sobre la liberación de insulina que la misma cantidad administrada por vía intravenosa. Se apunta a una amplificación del efecto estimulador normal de la glucosa administrada oralmente mediada por el tracto gastrointestinal, conocido como efecto incretina.

También actúan (las hormonas gastrointestinales) como un sistema de alerta temprana, informando al páncreas ante la afluencia de absorción de nutrientes. De hecho, ahora se sabe que varias moléculas originalmente descritas como hormonas gastrointestinales juegan un papel crucial en la regulación del metabolismo, por acciones no solo en el tracto gastrointestinal que influyen en los procesos de absorción, sino también en el páncreas y el hígado, por lo que juegan un papel importante en la regulación de la ingesta de alimentos, el hambre y la saciedad

El efecto incretina. Cuando cantidades idénticas de glucosa se administran por vía oral (línea verde) e intravenosa (línea amarilla), la respuesta a la insulina es mayor por la vía oral, y, por tanto, su efecto hipoglucemiante. En pacientes diabéticos tipo 2 parece que este mecanismo está alterado.

Las hormonas gastrointestinales que estimulan la producción de insulina y la masa de las células β (por ejemplo, por proliferación celular) incluyen a hormonas bien establecidas como gastrina y colecistoquinina que están implicadas principalmente en la regulación de los procesos de digestión (secreción ácida en el estómago y secreción enzimática del páncreas exocrino respectivamente), así como al péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP1) y el polipéptido inhibidor gástrico (GIP, también conocido como polipéptido insulinotrópico dependiente de la glucosa).

Estas hormonas se conocen como incretinas, que son hormonas gastrointestinales que estimulan la secreción de insulina.

El GLP-1 se forma por empalme alternativo del gen pre-proglucagón. Es secretada por las células L del intestino delgado, y estimula la liberación de insulina en respuesta a los alimentos. Es responsable del efecto incretina que describe la influencia de la glucosa en la liberación de insulina por medios indirectos. Cuando la glucosa se administra por vía oral, hay una estimulación mucho mayor de la liberación de insulina que cuando la misma cantidad de glucosa se administra por vía intravenosa .

Así, las células beta pancreáticas liberan insulina en respuesta a glucosa como componente de una comida, pero también debido a la liberación de GLP-1.

Esta propiedad de la célula beta se utiliza en el tratamiento de la diabetes tipo 2 mediante el uso de análogos de GLP-1 tales como exenatida y liraglutida, entre otros.

Además de su papel como incretina, GLP-1 también tiene un papel en el control del apetito. GLP-1 es un factor de saciedad (sensación de plenitud). GLP-1 es, por tanto, uno de los péptidos del llamado sistema cerebro-intestinal, y parece reducir la ingesta. El bloqueo de los receptores GLP-1 en el hipotálamo aumenta la alimentación, lo que confirma que el GLP-1 endógeno es importante en la reducción de la ingesta de alimentos y la estimulación de la saciedad.

Un tercer papel de GLP-1 es que parece reducir el vaciamiento gástrico, y por lo tanto aumenta el tiempo de tránsito en el intestino. Por lo tanto, GLP-1 tiene al menos tres efectos diferentes cuando se administra: aumenta la liberación de insulina (el efecto incretina), inhibe la alimentación a nivel del hipotálamo y aumenta la saciedad, y ralentiza el vaciado gástrico.

El uso de análogos de GLP-1 como exenatida y liraglutida tienen como efectos la pérdida de peso y el control de la glucemia, por lo que son fármacos útiles en pacientes con diabetes tipo 2. El uso de insulina exógena en pacientes con diabetes tipo 2 causa un aumento del apetito y del peso, por lo que los análogos de GLP-1 constituyen actualmente una herramienta terapéutica para los diabéticos de tipo 2.

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