El síndrome metabólico se considera una asociación de problemas de salud que tienen como componente patogénico fundamental la resistencia a la insulina.

El diagnóstico implica 3 o más de los siguientes factores de riesgo:

obesidad abdominal,

triglicéridos altos,

colesterol de las lipoproteínas de alta densidad bajo, hipertensión e hiperglucemia en ayunas.

El síndrome se relaciona con cambios en la proliferación del músculo liso vascular y con crecimiento y disfunción endotelial. Los adipocitos de estos pacientes segregan ácidos grasos libres y moléculas biológicamente activas; entre ellas, factor de necrosis tumoral alfa, leptina y adiponectina.

El paciente debe enfrentarse con un cambio de hábitos en su alimentación y actividad física.

Para la dislipemia se utilizan estatinas y fibratos; para mejorar la sensibilidad a la insulina, biguanidas y tiazolidinedionas. Como antihipertensivos se recomienda fármacos que inhiban la formación o los receptores de la angiotensina II.

El creciente conocimiento de la interacción gene-nutriente revolucionará el manejo de las grandes epidemias sanitarias del siglo XXI: obesidad, síndrome metabólico y diabetes 2, cuyo piso común es el aumento de enfermedad cardiovascular y cáncer.

La nutrigenética es posible prevenir o mejorar el manejo de estas enfermedades.

Esta nueva área en nutrición molecular puede dividirse en el accionar de ciertos nutrientes sobre la regulación de la expresión genética:

Nutrigenómica, y la repuesta de la estructura genética particular del individuo a ciertos nutrientes: nutrigenética.

Las enfermedades crónicas del nuevo milenio:

obesidad,

diabetes tipo 2,

enfermedad vascular y cáncer, expresan complejas interacciones poligénicas con el ambiente.

La más importante interacción ambiental con nuestros genes la confieren los nutrientes ingeridos.

La incidencia de la interacción gene-nutriente en muchas enfermedades crónicas es cada vez más evidente.

Se estima que una nutrición saludable disminuiría 35% la incidencia global de cáncer.

Los alimentos ingeridos contienen miles de sustancias biológicamente activas, muchas de las cuales pueden aportar un sustancial beneficio para la salud. Muchos componentes de los alimentos, como sulfurano, curcumanos, licopeno y polifenoles del té verde, se sitúan entre los más promisorios agentes protectores de cáncer.

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